
LA VIDA DOS VECES.
Miren cómo sonaba allá en mi barrio agreste / este nombre caído de los mares lejanos: / Toddy Deussán. Un chico alimentado a lirios.
Una flor de su madre que soñaba otra vida. / Supe que no querían que jugara conmigo / porque yo era la forma del pánico y el hambre / y la más descarada miseria por el mundo.
Pero Toddy, esa gracia hecha de mimbre y aire, / vivía hipnotizado por mi gran aventura. / Cuando huía del ojo celoso de su madre / se acercaba a mi sombra con cierto desenfado, / se mostraba sonriendo sus ignotos tesoros / y me buscaba el lado más pájaro del alma.
El descubrió en mis ojos cierto país del sueño / donde se desnudaba un ángel con harapos, / algunos yacimientos de enterrada inocencia / y un gran rompecabezas de ternura en mis manos.
Un día, ya vencidos por nuestra resistencia, / los padres me dejaron entrar en el santuario, / nos sirvieron un río de leche y medíaslunas / y yo los deslumbré dibujando caballos.
Después, siguió la vida, como siempre sucede, / volvió el viento de agosto y crecieron los árboles; / sus padres, que tenían el sueño de otra vida, / una tarde ceniza se mudaron de barrio.
Yo olvidé al canallita en un cruce de esquinas, / entré al jornal violento del vino y los obrajes, / vestí los portentosos pantalones del viento / y descubrí mi oficio de fábula y guitarra.
Toddy, se llama A!fredo Deussán, vive en Mendoza, / casó con otro mimbre hace muchos veranos, / seguramente tiene un puñado de niños / y es una pajarera su comedor de diario.
Acaso, un año de éstos, cuando vuelva al oeste, / llame a su puerta clara y despierte sus pájaros, / sólo porque un amigo es la vida dos veces / y desde aquella tarde no dibujo caballos.