
Uno de los grandes escritores rioplatenses, nació en Montevideo, pero vivió en la selva misionera. Amó apasionadamente a Alfonsina Storni. La muerte lo perseguía desde pequeño. Tenía menos de un año cuando Prudencio Quiroga se enganchó la escopeta al bajar de una lancha, y la misma se disparó. Falleció horas más tarde. A los trece años Horacio Silvestre Quiroga, sufre, padece; sus dos hermanos mueren víctimas de la fiebre tifoidea. Luego de viajar a París y conocer Europa y vivir hambreado- se cuenta que vuelve flaco y por primera vez con barba-, decide irse de Buenos Aires. Abandona su departamento de Cerrito 113, y con la herencia paterna va a tentar suerte al Chaco, como pionero del cultivo de algodón. Compra un campo ubicado a siete leguas de al suroeste de la capital chaqueña, Resistencia. Está sólo, sólo en serio el vecino más cercano se encuentra a 9 km de distancia. Caminaba media legua todos los días hasta la futura plantación. Comía maíz y frutas. Se levantaba muy temprano y con un café bien negro, se iba a su plantación a enseñarle a trabajar a su peonada india. El proyecto duró menos de cuatro meses. El hambre, otra vez, y la falta de preparación de los indígenas, convirtieron a la plantación en tierra rasa. Dilapida gran parte de sus siete mil pesos, y también su salud. Aunque volvería plagado de historias. Conoció algunos personajes, y situaciones que culminarán en alguno de sus libros. En 1905 se hará amigo de Leopoldo Lugones y vivirá en una pieza de la calle Maipú. Luego irá por una nueva aventura y comprará 185 hectáreas en San Ignacio. Los habitantes de tierras misioneras, lindantes con Brasil, aparecerán en cuentos que recomendamos. En su texto publicado en 1926, Los Desterrados.